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En este espacio, proponemos algunas breves reflexiones que pueden interesar a la pastoral.

 

San Juan María Vianney

El Cura de Ars

Juan María Vianney nació en la pequeña aldea de Dardilly el 8 de mayo de 1786, en el seno de una familia campesina, pobre en bienes materiales, pero rica en humanidad y fe. Bautizado, de acuerdo con una buena costumbre de esa época, el mismo día de su nacimiento, consagró los años de su niñez y de su adolescencia a trabajar en el campo y a apacentar animales, hasta el punto de que, a los diecisiete años, aún era analfabeto.

No obstante, se sabía de memoria las oraciones que le había enseñado su piadosa madre y se alimentaba del sentido religioso que se respiraba en su casa. Los biógrafos refieren que, desde los primeros años de su juventud, trató de conformarse a la voluntad de Dios incluso en las ocupaciones más humildes. Albergaba en su corazón el deseo de ser sacerdote, pero no le resultó fácil realizarlo. Llegó a la ordenación presbiteral después de no pocas vicisitudes e incomprensiones, gracias a la ayuda de prudentes sacerdotes, que no se detuvieron a considerar sus límites humanos, sino que supieron mirar más allá, intuyendo el horizonte de santidad que se perfilaba en aquel joven realmente singular. Así, el 23 de junio de 1815, fue ordenado diácono y, el 13 de agosto siguiente, sacerdote. Por fin, a la edad de 29 años, después de numerosas incertidumbres, no pocos fracasos y muchas lágrimas, pudo subir al altar del Señor y realizar el sueño de su vida. (…)

En el servicio pastoral, tan sencillo como extraordinariamente fecundo, este anónimo párroco de una aldea perdida del sur de Francia logró identificarse tanto con su ministerio que se convirtió, también de un modo visible y reconocible universalmente, en alter Christus, imagen del buen Pastor que, a diferencia del mercenario, da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11). A ejemplo del buen Pastor, dio su vida en los decenios de su servicio sacerdotal. Su existencia fue una catequesis viviente, que cobraba una eficacia muy particular cuando la gente lo veía celebrar la misa, detenerse en adoración ante el sagrario o pasar muchas horas en el confesonario. (…)

Mirándolo bien, lo que hizo santo al cura de Ars fue su humilde fidelidad a la misión a la que Dios lo había llamado; fue su constante abandono, lleno de confianza, en manos de la divina Providencia. Logró tocar el corazón de la gente no gracias a sus dotes humanas, ni basándose exclusivamente en un esfuerzo de voluntad, por loable que fuera; conquistó las almas, incluso las más refractarias, comunicándoles lo que vivía íntimamente, es decir, su amistad con Cristo. Estaba "enamorado" de Cristo, y el verdadero secreto de su éxito pastoral fue el amor que sentía por el Misterio eucarístico anunciado, celebrado y vivido, que se transformó en amor por la grey de Cristo, los cristianos, y por todas las personas que buscan a Dios. (…)

A las dos de la mañana del 4 de agosto de 1859 san Juan Bautista María Vianney, terminado el curso de su existencia terrena, fue al encuentro del Padre celestial para recibir en herencia el reino preparado desde la creación del mundo para los que siguen fielmente sus enseñanzas (cf. Mt 25, 34). ¡Qué gran fiesta debió de haber en el paraíso al llegar un pastor tan celoso! (…)

Benedicto XVI, Audiencia General, 5 de agosto de 2009

 
 

De las Homilías del Cura de Ars

Muchos son los cristianos, hijos míos, que no saben absolutamente por qué están en el mundo… “Dios mío, ¿por qué me has puesto en el mundo?”. “Para salvarte”. “¿Y por qué quieres salvarme?”. “Porque te amo”.
¡Qué hermoso es conocer, amar y servir a Dios! No tenemos otra cosa para hacer en esta vida. Todo lo que hacemos fuera de esto es tiempo perdido. Es necesario obrar solamente por Dios, poner nuestras obras en sus manos… Al despertar por la mañana es necesario decir: “¡Hoy quiero trabajar por ti, mi Dios! Aceptaré todo lo que quieras enviarme como un don tuyo. Me ofrezco como sacrificio. Sin embargo, mi Dios, yo no puedo hacer nada sin ti: ¡ayúdame!”.

 

Del Cura de Ars el "espíritu del apostolado"

Mañana es la fiesta del santo Cura de Ars, quien había querido tomar el nombre de María porque decía que había recibido todo de María. Pidámosle el espíritu del apostolado. Él superó dificultades enormes para prepararse al apostolado; en efecto, la mayoría se oponía a que fuese ordenado sacerdote. El vicario dijo: «Reza bien el Rosario, hará mucho bien». Con su humildad, con su poca ciencia, con su palabra cálida, atrajo mucha gente que deseaba ir a escucharlo y a confesarse con él. Hizo un bien inmenso.

Cuando hay un gran fervor en el alma, aplicación, oración y confianza en Dios, se puede hacer mucho bien. Será una buena cosa recoger todo lo que han oído de él, de manera que mañana les sirva, buscando examinar sus escritos y los casos que él resolvió. Una Hermana que va al apostolado con empeño y gran fervor hará tanto bien que será considerada como una madre de la parroquia.

[Las Constituciones] sobre el apostolado nos invitan a acoger muchas almas que Jesús Buen Pastor nos entrega para instruirlas, educarlas y encaminarlas en el bien. En aquella parroquia hay un pequeño fuego encendido: son las tres o cuatro Hermanas que rezan por todos, son potentes delante de Dios porque tienen las manos juntas. No lo digan, ténganlo en el corazón, pero ustedes tienen que santificar también a los sacerdotes, la diócesis, el clero, en el espíritu y en la forma según la vocación que les fue dada. Nunca existieron las Hermanas como María: dispuestas a consolar a los afligidos y a sufrir también alguna paliza por amor a Jesús Buen Pastor, que ha padecido tantas.

Albano Laziale (Roma), 8 de agosto de 1954

Beato Santiago Alberione a las Hermanas Pastorcitas

PrP VII, 1954, p. 119

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De las Homilías del Cura de Ars

La oración es para nuestra alma lo que es la lluvia para la tierra. Abonen cuanto quieran una tierra, se falta la lluvia, todo lo que hagan no servirá para nada. Así, hagan tantas obras buenas cuanto quieran, si no rezan frecuentemente y como se debe, nunca se salvarán; porque la oración abre los ojos del alma, le hace sentir cuánto grande es su miseria, la necesidad de recurrir a Dios; le hace temer su debilidad. El cristiano para todo cuenta solamente sobre Dios, nada sobre sí mismo. (…
¡Ah, hermanos míos! No nos admiremos del hecho que el demonio hace todo lo que puede para hacernos dejar la oración, para hacernos rezar mal; es que comprende mucho mejor que nosotros cuánto la oración es temible en el infierno, y que es imposible que el buen Dios pueda negarnos lo que le pedimos por medio de la oración… No son las largas ni las bellas oraciones que el buen Dios escucha, sino las que se hacen en la profundidad del corazón, con un gran respeto y un vivo deseo de agradar a Dios.
(Homilía para el V Domingo de Pascua)

 

Del Cura de Ars la "oración"

Oh, el enemigo es enorme. A veces puede venir la tentación de desanimarse, y realmente se sienten personas que dicen: «Aquí no se puede hacer nada… Esta parroquia es así, hay que soportarla. Tomemos las cosas como vienen y busquemos de hacer un poco de bien a los niños». ¿Y las otras almas se dejan caer al pozo? ¿Se dejan naufragar, se abandonan? Ayudarlas, socorrerlas con la oración: lo que no es posible para el hombre es posible para Dios. (…)

Tenemos que combatir un enemigo que es enorme, pero no es fuerte, porque con nosotros está Dios, ¡cuando se reza! ¡No estás sola, no te desanimes! Y aunque no hagas nada, después de habrás estado tres años, cuatro años, diez años en una parroquia, te parece que no has obtenido nada, pero ¡cuántos han muerto en gracia de Dios! Además: parroquias en las que se trabaja por años y años, y parece que todo ha sido inútil, y por más que siembres el campo, el huerto y el jardín, parece que todo es destruido por el enemigo. Sin embargo, por la oración que lleva a la perseverancia, la paciencia sostiene el que tiene que trabajar, lo sostiene. Oh, viene la hora, viene la hora en la que se encontrarán los frutos.

El Cura de Ars trabajaba y no obtenía nada al principio. Entonces, rezaba, rezaba… Y después de haber rezado mucho, y de muchas mortificaciones, llegó al punto en que no se podía más entrar en la Iglesia de tanta gente que acudía. Debía permanecer en el confesionario quince horas por día para acoger a todos los que iban a confesarse. Y cuando subía al púlpito, todos los ojos estaban sobre él: todos deseosos de escuchar aunque sea una sola palabra suya. (…)

Tengan confianza. Parece que han perdido todo? Pero han rezado? Ustedes no verán las victorias, tal vez ni siquiera antes de la muerte; pero la victoria será de ustedes, porque Dios está. ¡Dios está! (…) Hay tantas nuevas dificultades en nuestros días – no había menos en otros tiempos, tal vez en cierto tiempo había más todavía – pero la victoria será de ustedes. Y si no han salvado esas almas, la oración de ustedes contribuirá a salvar otras almas, tal vez en China o en Japón: la oración no se pierde. Rezar y hacer bien los ejercicios de piedad. ¡Fe en Dios! Fe en Dios.
La oración bien hecha non cae en tierra. La oración bien hecha sube al altísimo trono de Dios. No desciende sino cambiada en bendiciones y en gracia. Y si tú no verás el fruto, y por lo tanto no tendrás el consuelo de constatar el bien que tu trabajo ha producido, lo verás después en el cielo.

¿No parecía todo perdido cuando Jesús murió? Los mismos apóstoles lo habían abandonado. Pedro lo había renegado y Judas lo había traicionado. ¿Entonces? Hecho morir sobre la cruz, encerrado en un sepulcro, con soldados para custodiarlo para que no fuese robado su cuerpo: ¿estaba todo perdido? En cambio, todo comenzaba entonces, porque desde aquel momento con su resurrección comenzó a iluminar el mundo. Los apóstoles se sintieron fortalecidos y fueron enviados por el mundo entero. La salvación comenzó allí donde todo parecía perdido.

No se desanimen nunca. ¡No! No se lamenten y no se angustien. Sientan cada vez más la necesidad de Dios, de su gracia, de la oración. Si no pueden hacer otra cosa, con la oración podrás hacer todo, aunque te enfermes, aunque no quede otra cosa que nuestra vida. ¡Ofreceremos al Señor nuestra vida! Ofreceremos al Señor la vida. ¡Sí!

Ariccia ((Roma), 23 de julio de 1961

Beato Santiago Alberione a las Hermanas Pastorcitas

AAP 1961, 332-340, pp. 134-138

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De las Homilías del Cura de Ars

La humildad es el mejor modo de amar a Dios. Es nuestro orgullo el que nos impide hacernos santos. El orgullo es el hilo que tiene unido el rosario de todos los vicios; la humildad es el hilo que tiene unido el rosario de todas las virtudes. Los santos se conocían a sí mismos mejor ce cuanto conocían a los demás: este es el motivo por qué eran humildes. ¡Ay de mí! Es difícil comprender cómo y por qué cosa una criatura insignificante como somos nosotros puede enorgullecerse. (...)
La humildad es como una balanza: mientras más se baja de una parte, más se alza de la otra. Una persona orgullosa cree que todo lo que hace está bien hecho; quiere dominar sobre todos los que tienen que ver con ella; quiere tener razón siempre; siempre cree que sus opiniones son mejores que las de los otros… ¡No es así!… Si se pide a una persona humilde e instruida que exprese su parecer, ésta lo dice con sencillez, y después deja hablar a los demás. Sea que tengan razón, sea que se hayan equivocado, no dice nada más.

 

Del Cura de Ars la "humildad"

Lo que estamos por considerar que sea acogido con humildad, porque justamente debemos hablar de la humildad. En todo debemos poner como base la humildad.

Es tan necesaria la humildad para cualquier construcción: espiritual, intelectual, personal. En todo es necesario que haya humildad. Porque cualquier construcción (…) tiene necesidad de los cimientos. Porque éste es el principio de la victoria. (…)

Siempre en los Ejercicios comenzar de la humildad, porque son siete los vicios capitales. (…) Pero si son siete los vicios capitales, la soberbia es el capital de los otros seis. Después de la soberbia sigue la ira. De la soberbia sigue la cólera, la envidia, después lo que humilla, es decir, la impureza, la gula, la pereza. Por lo tanto, el examen sobre la soberbia sea hecho siempre humildemente, reconociendo nuestros defectos.

Hay personas a las que no se puede aconsejar, no se las puede corregir nunca porque no lo aceptan. (…) Se creen... y basta. (…)

Oh, ¿qué es la soberbia? Quiere decir sobre, querer ponerse arriba. Estimarse demás: «Tengo una bella voz, tengo una gran inteligencia, soy capaz de esto, soy capaz de aquello, quiero estar con las personas distinguidas y no con la pobre gente… No he venido para servir, sino que quiero guiar». (…) Se busca destacar.

Se busca estar a la cabeza. Se busca enseñar. (…)

Entonces, ¿quieren hacer el bien? «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón» [Mt 11,29]. Él que es todo, que era el Hijo de Dios encarnado: manso y humilde de corazón. La gran enemiga es la soberbia. (…) Es necesario pensar que «Quien se humilla será ensalzado, quien se ensalza será humillado» [cf. Mt 23,12]. (…)

¡Ay del orgulloso! Sí, es seguro que caerá: ira, envidia, celos. Y el Señor a ti, a mi, a todos: quien se ensalza en el espíritu será humillado en la carne. Fantasía sucia, malas intenciones, deseos que son humillantes, y finalmente no se es estimado ni por las personas ni se es agradable a Dios. ¡Pobrecitas estas personas! ¿Por qué? Porque los dones de Dios los han usado para el yo. Pero los dones de Dios son para Dios; no son para nuestra humillación. (…)

En primer lugar, examinarse sobre el amor propio, sobre la vanagloria, sobre las intenciones torcidas. Sustancialmente sobre todo lo que es soberbia e hijo de la soberbia. Porque aquella persona tiene muchas tentaciones, tiene dificultades... Si es humilde, el Señor le dará la gracia y superará todo. Y superará todo. Pero, aún si tenía buenas cualidades y había conquistado virtudes, caerá. Caerá. «Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado» [Mt 23,12], sí. (…)

Oh, es necesario que aprendamos del Pastor Divino Jesucristo, sí. Él se puso a los pies de los apóstoles a lavárselos, y lavó también los pies de Judas, y se los besó. (…) «Por mí no puedo nada» y enseguida: «Con Dios lo puedo todo». En esta humildad, Dios obrará. Dios obrará. (…)

Cuando hay soberbia, ¿qué logra el apostolado? Ah, ¡cuánto escaso es el fruto! Se quisiera enseñar a los maestros, al párroco, a todos los que están en el círculo, en el ambiente. ¡Pobrecitos! Se convierten en personas inútiles. El orgulloso traiciona su apostolado, su ministerio. Si en cambio hay humildad, aunque tenga pocos talentos, ¡oh, cómo se va adelante! El Cura de Ars: humilde párroco de una pequeñísimo pueblo, atrajo de todas partes las almas, personas que iban a arrodillarse a sus pies, también personalidades elevadas, etc. Oh. Por lo tanto, la soberbia destruye la santidad y destruye el apostolado.

Albano Laziale (Roma), 26 de agosto de 1965

Beato Santiago Alberione a las Hermanas Pastorcitas

AAP 1965, 406-425, pp. 189-198

 
 
 

Colaboradoras para los temas catequísticos

 

Argentina

La Hna. Silvia Rodríguez es una Hermana Pastorcita de la Delegación Argentina-Bolivia. A partir del 6 de noviembre 2006 está a cargo de la asesoría catequística on line del sitio San Pablo Argentina, respondiendo preguntas, consultas, ofreciendo material, propuestas, etc.

 

Italia

Sr. Giuseppina Battista, suora Pastorella, docente di Storia della Catechesi e di Teologia dell’educazione nell’Istituto di Pastorale “Redemptor Hominis” della Pontificia Università Lateranense.

 

Archivo

Battista Giuseppina - «DE CATECHIZANDIS RUDIBUS»:     Prima parte     Seconda parte     Terza parte    

Battista Giuseppina - L’ARTE di INSEGNARE nella REGOLA PASTORALE di s. Gregorio Magno

Battista Giuseppina - OLIMPIADE e GIOVANNI CRISOSTOMO - Amicizia e collaborazione nel ministero pastorale     Prima parte     Seconda parte     Terza parte     Bibliografia     Note         

 

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